La verdadera historia de los ejercicios abdominales

La verdadera historia de los ejercicios abdominales
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Todos hemos sufrido la realización, impuesta o voluntaria, de interminables y abominables ejercicios abdominales.

Los autores de este artículo, ya en 1990 nos preguntábamos por el objetivo que pretendíamos alcanzar con la prescripción y realización de los ejercicios abdominales. Unos años más tarde empezamos a cuestionar, en congresos, cursos y entrevistas, la eficacia de la práctica de ejercicios abdominales en aportar beneficios estéticos y de salud. 

Nuestros colegas de educación física y deporte, no estaban nada contentos con las dudas que planteábamos sobre la eficacia de los ejercicios abdominales en lograr el principal objetivo que desean los que los practican, reducir la cintura. Se sentían molestos con las sugerentes insinuaciones que hacíamos en las que apuntábamos, con referencias de profesionales de la salud, que la realización de ejercicios abdominales podía ser una de las causas de problemas de espalda y de sintomatologías e incluso patologías uroginecológicas.

Permítenos que, para hacerte dibujar una sonrisa, lo expliquemos de forma divertida y amena aunque con poca rigurosidad histórica. Conviene considerar que la popularización del ejercicio físico para mejorar la salud y la apariencia corporal es algo relativamente nuevo. Las probabilidades de haberse equivocado, en las recomendaciones y prescripciones de ejercicios, son bastante elevadas. Es necesario recordar que muchos conceptos y conocimientos han evolucionado; algunos incluso cambiado bastante desde sus inicios. 

Recordemos que en los 80, al acabar las clases de lo que denominábamos gimnasia de mantenimiento, siempre recomendábamos realizar los correspondientes estiramientos, en las típicas espalderas. Nos colocábamos religiosamente, de cara a la espaldera, elevábamos una pierna y poníamos un pie en el tercer listón de la espaldera; convenía evitar que basculara la pelvis e intentábamos, con rebotes, ir a tocar con la nariz la rodilla elevada. Algunos profesionales, para incluir el ritmo, contábamos los rebotes balísticos al ritmo de una música que los marcaba. 

Hay cosas que para algunos no cambian y todavía en parques, paseos y playas podemos ver veteranos hacer su gimnasia sueca y acabar con unos rebotes balísticos. 

Actualmente, se nos haría muy extraño ver realizar estos ejercicios en clases de gimnasios impartidas por profesionales competentes. Sin embargo, vemos clases de veinte y treinta minutos, excusivamente de ejercicios abdominales y son seguidas por fieles devotos que pretenden lograr algunos objetivos. Conviene pensar que creen que pueden lograr con esta práctica y quien les ha recomendado que la lleven a cabo con esta finalidad. Alguien habrá sido el artífice de esta ilusión, esta abominable tradición se debe haber gestado con el tiempo.

Los abdominales, un abominable castigo

Conviene que te preguntes quienes fueron los instigadores de esta tradición. Recuerda que en ocasiones se ha convertido en un castigo para los alumnos rezagados en las clases de educación física, un recurso para los duros entrenadores hacia los deportistas que llegan tarde y una punición muy utilizada por los mandos hacia sus soldados.

Procuraremos transcribirte, de forma divertida, lo que entendemos por la verdadera historia de la prescripción y realización de ejercicios abdominales con el fin de perfeccionar el aspecto físico e, imaginariamente,  para mejorar la salud de las personas.  Esta inquietud por unir salud, deporte y estética dio comienzo en los albores de los años cincuenta. 

Por aquel entonces surgieron, anunciados en periódicos, algunos pseudo-institutos de educación física y unos métodos de ejercicio físico para realizar en casa. En nuestro país, muy pocas personas tenían cuidado de su cuerpo para mejorar la salud con el ejercicio físico. Existían algunos practicantes de clásicos deportes (gimnasia, atletismo, fútbol,…) que, en sus entrenamientos, realizaban ejercicios variados de forma algo intuitiva con el objetivo de mejorar su rendimiento deportivo. 

Con el objetivo de mejorar el aspecto físico unos y la práctica deportiva otros, ambos recomendaban realizar algunos ejercicios en los que debían incorporarse rápidamente del suelo. Observaron que su práctica provocaba dolor en el abdomen y, ocasionalmente, en la espalda. Les denominaron ejercicios abdominales.

Un objetivo a batir, para ser el mejor y más sufrido deportista, era realizar interminables repeticiones de ir a tocar los pies con las manos, mientras se estaba tumbado boca arriba con las rodillas extendidas.

Era fácil adivinar que realizar el acto contrario, tocar las manos con los pies, también sería de interés. Este ejercicio solía provocar más dolor, especialmente en la espalda. Esto era, por aquel entonces, una clara indicación de que el ejercicio era necesario y muy beneficioso. Los entrenadores confirmaban que se estaba reforzando la columna. 

Concluir que juntar los dos ejercicios en uno sería lo más sufrido y, por lo tanto, lo más necesario para un tolerante deportista, era lo lógico. Así nació la famosa uve abdominal. Se trataba de, estando en el suelo boca arriba, elevar el tronco y las piernas lo más extendidos posible y tocar con las manos los pies que estarían aproximadamente a la misma altura. Una variante que tenía que ser más efectiva, pues provocaba más dolor lumbar, era la de elevar las piernas y brazos, manteniendo totalmente extendidos codos y rodillas, los brazos debían estar en línea con el cuerpo y por encima de la cabeza. Esto dibujaría una uve que daba nombre al ejercicio.

Los entrenadores de estos deportistas solían ser antiguos practicantes, que la edad les había dibujado una alegre protuberancia abdominal y era algo habitual en ellos dirigir los entrenamientos con un puro en la boca y tosiendo.

Torrente decide hacer abdominales

La fábula cuenta que un amigo del entrenador, con un físico también descuidado por la edad y la abundancia de alimento, viendo como dirigía a los sufridos y bien formados deportistas, le preguntó si le podría ayudar a conseguir tener un físico como el de ellos. Deseaba cambiar la barriga por una tabla de lavar, una tableta de chocolate, como había tenido de joven.

El entrenador, sin quitarse el puro de la boca, pensó barriga, abdomen, abdominales, abominables abdominales y le respondió que debía tumbarse y hacer, precisamente, estos ejercicios que estaba viendo. 

Nació el primer Torrente de la historia, permite que le llamemos cómicamente así. Dejó a los jóvenes y musculados deportistas atónitos cuando se tumbó boca arriba a su lado, les dijo que se apartaran, que había llegado el futuro Adonis.

Al intentar tocar los pies con las manos verificó que se tenía que ayudar apoyando las manos en el suelo. Su abultada barriga no le permitía realizar el ejercicio como lo hacían los deportistas. Mientras ellos hacían cinco repeticiones, él apenas acababa con una. Lo peor es que le dolía mucho la espalda. Miró hacia su amigo el entrenador y le dijo que el ejercicio le provocaba dolor en el lomo. El entrenador soltó humo y una carcajada mientras respondía que esto era porque no estaba en forma y que el dolor significaba que se reforzaba la espalda.

Menos abominable, más abdominal y menos recorrido

Torrente siguió quejándose hasta que le provocó lástima al entrenador. Habían pasado ya veinte años, estábamos en los setenta. Hay que ver que rápido pasa el tiempo en esta historia figurada. El entrenador buscó una sencilla solución biomecánica que no le ocupó mucho tiempo decidirla, la reducción de la amplitud de movimiento. Le dijo que, ya que le era tan difícil tocar con las manos los pies, los acercara flexionando las rodillas y dejando los pies en el suelo. 

El sufrido Torrente le preguntó si esta adaptación sería tan eficaz para reducir su protuberante barriga como los ejercicios que le costaban tanto realizar. El entrenador, dudó unos instantes y, para tranquilizar a su amigo, asintió con la cabeza. 

Ejecutar estos ejercicios abominales era algo más fácil pero debía continuar ayudándose de los brazos para levantarse del suelo e ir a tocar los pies, le seguía doliendo la espalda y continuaba quejándose de ello. Los deportistas seguían haciendo cinco repeticiones mientras él no llegaba a completar una.

Su amigo, el entrenador del puro, estaba harto de oír sus quejas de dolor en la espalda y le dijo que acercara más los pies a las manos. Siguió con los consejos biomecánicos fáciles de reducir la amplitud de movimiento. Le recomendó elevar los pies del suelo de modo que así no tendría que levantarse tanto del suelo y haciendo como un balancín con los brazos, llegaba más fácilmente a tocar los pies. 

A Torrente, su abultada barriga, le impedía hacer el ejercicio con facilidad aunque insistía en intentarlo mientras, con voz entrecortada por la respiración, le preguntaba a su amigo el entrenador ¿Esto me va a servir igual que los otros ejercicios para reducir la barriga? El entrenador seguía fumando y, cansado de la pregunta, ya no daba respuesta. Lo cierto es que tampoco la tenía ni le importaba tenerla.

Los abdominales no reducen la cintura pero provocan dolor, refuerzan.

Torrente se quejaba menos de dolor lumbar y más de dolor en el cuello. Le comentó al entrenador y éste le respondió que este dolor significaba que se reforzaban las cervicales. El tiempo seguía pasando rápido, eran ya los albores de los 80, y le recordó la lapidaria frase que se usaba en aquella época: No pain, no gain. Le dijo, si te duele es que te va muy bien ya que no hay beneficios sin dolor.

Ante las reiteradas quejas de Torrente, el entrenador tuvo la espectacular idea de decirle que, para evitar que le doliera tanto el cuello, pusiera las manos detrás de la cabeza y la sujetara. Ésta tendría un apoyo y el cuello no molestaría tanto.

Torrente obedeció religiosamente mientras le preguntaba si estos ejercicios le servirían para reducir su protuberante barriga que, por cierto, veía y notaba más abultada cada día. El entrenador lo miró y observó que Torrente tenía algo más de barriga que cuando comenzó. Le dijo que debía hacer más repeticiones que antes, durante más tiempo y que paralelamente elevara las caderas para intentar tocar con las rodillas la nariz. Este último ejercicio reduciría la cintura por abajo pues trabajaba los abdominales inferiores.

El entrenador no entendía cual sería la causa por la que su amigo Torrente tenía más barriga con tantos ejercicios abdominales como hacía. Se le olvidaba observar con un poco de detalle pues, si así lo hubiera hecho, habría visto como cada vez que Torrente elevaba sus piernas, caderas o tronco del suelo, para hacer un abominable abdominal, la barriga se disparaba hacia afuera. La orden que recibía la barriga con cada ejercicio era que se distendiera. Lo había logrado, Torrente estaba peor que cuando había empezado, con más barriga y con dolor en el cuello y en la espalda.

El tiempo pasaba y a medianos de los 80, los primeros profesionales del ejercicio físico y el deporte formados en la universidad, empezaron a investigar estos abominables ejercicios abdominales que he descrito y se dieron cuenta de que, a partir de cierta elevación del tronco intervenía un músculo que podía ser el culpable del dolor que mencionaba Torrente. 

Se recomendó que, para ejercitar la musculatura abdominal, se evitara levantar el tronco más de unos grados determinados. No levantar las escápulas del suelo era la norma.

El entrenador, una persona que le gustaba estar al día, leyó publicaciones y se compró un transportador de ángulos para medir, con meticulosa exactitud los grados en los que se debían realizar estos ejercicios.

Con la ciencia abdominal hemos topado

Torrente tenía el apoyo científico, un goniómetro. Realizaba los ejercicios diligentemente mientras le preguntaba a su amigo y entrenador: ¿Estos ejercicios me van a reducir la barriga como los que hacía antes? El entrenador, que nunca había medido el perímetro de cintura de su amigo, asintió con la cabeza.

Seguía pasando el tiempo y estábamos a punto de entrar en el nuevo siglo. Algunos profesionales de la salud, especialistas en uroginecología, apuntaban la peligrosidad de los ejercicios abdominales para el suelo pélvico de la mujer. Nosotros veíamos la ineficacia de los abdominales en lograr disminuir la cintura. Muchos Torrentes daban fe de ello, seguían igual o más gordos. También sus mujeres, novias y hermanas habían sufrido este engaño y se quejaban. Con más razón puesto que a ellas les afectaba en algo más, tenían una zona de hernias y algunas sentían que algo bajaba por ella.

En congresos, cursos, artículos, televisiones, radios, empezamos a hablar de la ineficacia de estos ejercicios y de la problemática que se apuntaba para la mujer. Entonces aparecieron los abominables series de Pilates. Era una vuelta atrás, pero ahora con concentración, control, precisión, fluidez de movimiento, respiración y centralización parecía que se cambiaba la biomecánica y que lo que tanto dolor le había provocado a Torrente era lo recomendado. 

Las mujeres se lanzaron a ello y parecía que las advertencias de profesionales de la uroginecología no eran tenidas en consideración. Nosotros insistimos en ello, fuimos tan pesados que en congresos de fitness llegaron a cambiar el apellido a uno de los autores de este artículo, le denominaban Piti Periné. 

Con las constantes críticas, evolucionó el método y para, supuestamente, evitar problemas en el suelo pélvico, se aconsejó sumar la ciencia de los años 50. Nacía el PilaKegel. Era obligatorio contraer el suelo pélvico mientras se realizaban los ejercicios que el entrenador y amigo de Torrente le hacía realizar en los 60. 

Torrente se apuntó a esta vuelta atrás, en recorrido articular, mientras preguntaba si estos ejercicios le reducirían su sempiterna abultada barriga. Nadie le daba respuesta.

Los investigadores crearon un nombre para la ya famosa barriga de Torrente, le llamaron CORE. Acompañaban a este nombre dos palabras difíciles de entender para nuestro protagonista y que su amigo y entrenador del puro le repetía, estabilidad lumbo-pélvica. Mientras, le enseñaba ejercicios con menos recorrido, en este caso sin ninguno. Le colocaba boca abajo, apoyado con las rodillas y los antebrazos y le decía que aguantara un minuto en estos nuevos ejercicios, las planchas frontales, laterales,... Torrente se quejaba del codo y el entrenador le respondía que se estaba reforzando, era un dolor normal. Insistía Torrente en saber si estos ejercicios le ayudarían a reducir su barriga, nadie le daba respuesta. Le hacían colocar lateralmente apoyado con un solo codo, el dolor era mayor y no aguantaba pero la esperanza de reducir la cintura seguía en pie 60 años más tarde.

El entrenador, cansado de oír a Torrente quejarse del dolor en los codos, le dijo que se tumbara boca arriba y que hiciera el ejercicio para los abdominales superiores. Ciertamente, éste era más fácil para Torrente. Consistía en, estando tumbado boca arriba y con las rodillas extendidas, elevar sólo la cabeza. Torrente notaba cierto dolor en cervicales pero ya no preguntaba, sabía que se reforzaban. Lo que no sabía, porque nadie le había respondido todavía, es si estos ejercicios reducirían el perímetro de la cintura.

El final de la historia recuerda el chiste de la hormiga y el elefante. Torrente, para entrenar los abdominales superiores sin dolor y con la misma ineficacia en reducir la cintura, se tumba boca arriba y pestañea.

Gimnasia abdominal hipopresiva - ¿Qué es y cuáles son sus beneficios? 

Este vídeo trata sobre las técnicas hipopresivas, los principios básicos y los beneficios que nos otorgan.

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Es muy lamentable lo que están haciendo y vamos a tomar las medidas oportunas. Este artículo, que me menciona es íntegramente mío, tengo pruebas fehacientes de ello que aportaré junto a la correspondiente demanda por este y otros muchos otros documentos vídeos y artículos que están ustedes haciendo uso cambiando descaradamente el nombre del autor de los mismos. En breve nuestros abogados se pondrán en contacto con ustedes. Piti Pinsach

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Verito_1

Hola. Hago yoga y al leer esto me empezó a preocupar que sucede con a postura Paripurna Navasana (el barco). Los yogis lo hacen como si nada, pero a mi me resulta que ademas de necesitar cadera y piernas muy elásticas (de lo contrariono podes extenderlas completamente) se requiere una gran fuerza abdominal. A mi todavía o me sale, pero ahora no se si será bueno seguir practicando o no. Acá hay foto de la postura: http://www.yoga-oiartzun.com/2013-06-21-10-50-47/19-asanas/accion-sobre-...​ Y teniendo en cuenta cómo desde el yoga se trabaja lo abdominal, ¿que es recomendable para quienes tenemos la zona lumbar débil, yoga o pilates? Yo siento que si bien tengo una buena lordosis lumbar, mi cintura no es muy fuerte. Agradezco si me pueden aclarar algo sobre esa curiosidad que representa la postura del barco. Saludos desde Argentina!

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iker

Muy bueno. Yo sufri la tortura descrita durante demasiados años.

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