Muchas personas utilizan los términos vértigo y mareo como sinónimos, pero no son lo mismo ni tienen las mismas causas. Identificar correctamente cada síntoma es clave para aplicar un tratamiento adecuado y eficaz. En este artículo descubrirás por qué esta diferencia importa, y cómo el cuello, el sistema nervioso e incluso el intestino pueden estar detrás de los mareos persistentes.
Vértigos y mareos: ¿por qué no son lo mismo?
Aunque muchas personas los utilizan como sinónimos, vértigo y mareo son síntomas distintos que exigen enfoques terapéuticos diferentes. El vértigo es una sensación rotatoria o de giro del entorno o del propio cuerpo, muchas veces acompañada de nistagmo ocular, náuseas o dificultad para mantener el equilibrio. En cambio, el mareo es un término más amplio y ambiguo, que puede incluir sensaciones de inestabilidad, desorientación, visión borrosa, aturdimiento o incluso despersonalización.
Entender esta diferencia es fundamental, ya que muchos mareos crónicos no tienen un origen en el oído interno, sino que se relacionan con otras estructuras del cuerpo, como el cuello, el sistema nervioso autónomo, las vísceras o el estado emocional.
El equilibrio corporal: mucho más que oído interno
El sistema vestibular, situado en el oído interno, ha sido históricamente el foco principal de estudio cuando aparecen síntomas de vértigo. Sin embargo, el equilibrio corporal depende de la integración de tres sistemas: el vestibular, el visual y el somatosensorial (especialmente el cervical). Si la información que llega desde alguno de estos sistemas es incoherente, el cerebro puede experimentar una sensación de vértigo o mareo.
El sistema vestibular no funciona de manera aislada. Se conecta con los núcleos oculomotores, el cerebelo, la corteza cerebral y también con el sistema nervioso autónomo. Por eso, un trastorno vestibular puede ir acompañado de síntomas vegetativos como sudoración, náuseas, palpitaciones o pánico súbito.
Pero más interesante aún es que, en muchos pacientes, el sistema vestibular está funcionando correctamente, y aun así experimentan mareos crónicos. ¿Por qué ocurre esto? Porque hay otras estructuras que pueden estar alteradas y provocar síntomas muy similares.
Vértigo cervicogénico: el cuello como origen del mareo
Una causa frecuente de mareos poco reconocida es la disfunción cervical, especialmente en las vértebras altas (C1, C2 y C3). Estas vértebras contienen receptores propioceptivos altamente sensibles que informan al cerebro sobre la posición de la cabeza en el espacio. Cuando estos receptores transmiten señales erróneas, se produce un conflicto sensorial entre lo que percibe el oído, lo que ven los ojos y lo que informa el cuello. Esta incoherencia puede desencadenar sensación de mareo, inestabilidad e incluso visión borrosa.
Este tipo de vértigo se denomina cervicogénico, y suele estar asociado a:
- Tensión muscular crónica en el cuello y trapecios
- Posturas mantenidas frente al ordenador
- Bruxismo y problemas en la articulación temporomandibular
- Latigazos cervicales o microtraumatismos acumulados
A diferencia del vértigo vestibular clásico, el cervicogénico no suele provocar giros intensos del entorno, pero sí una sensación continua de desequilibrio, embotamiento mental y desconexión corporal. La fisioterapia manual, los ejercicios de reeducación postural y el trabajo respiratorio suelen ser altamente eficaces en este caso.
El papel del sistema nervioso autónomo y los vértigos
Otro elemento clave que suele pasarse por alto en los diagnósticos tradicionales es el sistema nervioso autónomo, encargado de regular funciones automáticas como la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la digestión. Cuando este sistema se desregula, ya sea por fatiga crónica, estrés prolongado o ansiedad, pueden aparecer síntomas como:
- Mareos al levantarse rápidamente
- Sensación de caída o vacío en el estómago
- Hipersensibilidad a ruidos o luces
- Palpitaciones sin causa aparente
Esta disfunción se conoce como disautonomía, y no tiene un origen estructural, sino funcional. El sistema nervioso no logra gestionar correctamente los estímulos, y se activa de forma exagerada o errática. En estos casos, el tratamiento debe ir más allá del sistema vestibular, abordando la regulación del sistema nervioso a través de técnicas respiratorias, movilizaciones del eje cráneo-sacral, mejora del sueño y atención al estado emocional del paciente.
Vértigos de origen visceral: el intestino también puede influir
Aunque pueda parecer extraño, el aparato digestivo puede tener una influencia importante en la aparición de vértigos y mareos. La relación entre intestino y sistema nervioso se da a través del nervio vago, un componente esencial del sistema parasimpático que conecta cerebro, corazón, pulmones y aparato digestivo.
Cuando existen alteraciones viscerales como disbiosis intestinal, gastritis, estreñimiento o intolerancias alimentarias, el sistema vagal se ve afectado. Esto puede provocar un aumento de la tensión del diafragma, interferencias en la respiración y cambios en el estado autonómico que favorecen la aparición de mareos funcionales.
Además, desde la fisioterapia visceral, se sabe que ciertas tensiones del aparato digestivo pueden alterar la biomecánica torácica y cervical, generando restricciones que repercuten en la propiocepción y el equilibrio. Por eso, en algunos casos, es necesario intervenir también a nivel digestivo para resolver completamente un cuadro de vértigo persistente.
La influencia emocional en los mareos crónicos
Es común que las personas que sufren mareos crónicos terminen desarrollando ansiedad, hipervigilancia del cuerpo y miedo a salir de casa. Pero también puede suceder lo contrario: que el vértigo sea una manifestación somática de un estado emocional desregulado.
Los estados de alerta mantenidos, el insomnio, la fatiga emocional o la sensación de “desconexión” son factores que alteran el funcionamiento del sistema vestibular y propioceptivo. Muchas personas con mareos crónicos describen sensaciones de irrealidad, confusión mental o sensación de estar “fuera de su cuerpo”, lo que en neurociencia se describe como disociación somática leve.
Este componente emocional no debe interpretarse como “todo está en tu cabeza”, sino como una consecuencia de una sobrecarga real del sistema nervioso, que afecta también a la percepción corporal y al equilibrio. En estos casos, las técnicas de regulación emocional, respiración consciente y anclaje corporal pueden ser claves para restaurar la estabilidad.
Evaluación clínica integral: la clave para un tratamiento eficaz
Una evaluación efectiva del paciente con mareos debe ir mucho más allá de una prueba vestibular. Es necesario hacer una valoración estructural, visceral, emocional y neurofuncional, incluyendo:
- Exploración de la movilidad y sensibilidad cervical
- Test de provocación vestibular (como Dix-Hallpike)
- Evaluación del estado autonómico (test ortostático, respiración)
- Palpación del diafragma y vísceras abdominales
- Revisión del patrón respiratorio y calidad del sueño
- Indagación del estado emocional y nivel de estrés
Este enfoque global permite identificar el origen multifactorial de los vértigos y mareos, especialmente en casos crónicos, donde un solo tratamiento no es suficiente.
Tratamiento: del abordaje físico al neurovegetativo
El tratamiento más eficaz es aquel que se adapta al origen real del síntoma. En casos de vértigo cervicogénico, la fisioterapia manual específica sobre el cuello, el trabajo propioceptivo y los ejercicios posturales pueden ser suficientes. Cuando hay disfunción del sistema nervioso autónomo, se recomienda regular el tono vagal mediante técnicas como:
- Respiración diafragmática lenta y profunda
- Reeducación del patrón postural y respiratorio
- Regulación del sueño y los ritmos circadianos
- Mejora de la alimentación y función digestiva
- Técnicas de consciencia corporal y reducción del estrés
Este tipo de abordaje se ha integrado en propuestas como la de FIIT Concept, que combina fisioterapia, nutrición, gestión emocional y trabajo corporal consciente en programas de tratamiento específicos para personas con mareos cervicales o funcionales.
Conclusión: caminos reales para salir del vértigo
Los mareos y vértigos no deben tratarse como síntomas aislados, sino como señales de desequilibrio en uno o varios sistemas del cuerpo. Cuando el oído está sano, pero el vértigo persiste, hay que mirar más allá: el cuello, el intestino, la respiración, el sistema nervioso y las emociones son actores clave en esta ecuación.
Comprender el vértigo desde una perspectiva clínica integral abre la puerta a tratamientos más efectivos, personalizados y sostenibles. No se trata solo de eliminar el síntoma, sino de restablecer el equilibrio funcional del cuerpo.
Si te identificas con estos síntomas, no te resignes. El vértigo tiene solución cuando se comprende en profundidad. Te animamos a explorar opciones terapéuticas que aborden tu caso desde todos los ángulos. Puedes empezar con nuestro artículo especializado en mareos y vértigos cervicales, donde encontrarás vídeos, herramientas prácticas y ejercicios específicos para tu caso.














