La relajación o entrega por parte del paciente en una sesión de fisioterapia o rehabilitación es un factor fundamental para el tratamiento y su efectividad. Pero verdaderamente... no siempre es fácil de conseguir. ¡Pero relaje señora! ¡Deje caer el brazo!
Si eres fisio, es muy, muy fácil que hayas dicho esto más de una vez y si eres paciente y has ido a algún fisio, seguro que te ha tocado escucharlo. ¿Pero de verdad que esta es la manera de conseguir que la persona se relaje, se deje caer y se entregue? ¿Alguien piensa que esto funciona?
Como fisioterapeuta que trabajo el cuerpo desde la consciencia corporal y desde la inclusión de la persona y sus estados emocionales en mis sesiones, he visto cómo las personas que no dejan caer el peso, que no se entregan, tienen sencillamente... miedo. ¿Miedo de qué? Pensaréis… Miedo de soltar el control, miedo de quitar sus defensas, miedo de abrirse al otro, miedo de entregarse, miedo de sentirse vulnerable.
¡Pero si el fisio no quiere hacerle daño! Dirán muchos... Bueno, por un lado el paciente, su cuerpo y el animal que lleva dentro no lo saben y por otro quién sabe cómo ha sido la vida de esa persona, cómo fue el contacto físico con sus padres, cómo es con su marido, si alguna vez le han tocado con amor o si ha recibido malos tratos…
Y el fisio, desde la propia inconsciencia de sí mismo, de su impaciencia, de su falta de empatía y comprensión, le dice... ¡Mal! ¡Afloja! Imagina cómo puede reaccionar un paciente, una persona así, a una orden de este tipo… más miedo y más tensión.
¿Cómo podría ser entonces el abordaje con una persona que no abandona el control y no relaja su cuerpo?
- Lo primero... paciencia, uno tiene que respirar, relajarse y ofrecer al paciente este espejo de relajación, porque si no, puede darse lo del chiste: “Se abre el telón, aparecen dos políticos y uno le dice al otro… ¡Ladrón! Se cierra el telón. ¿Cómo se llama la película? Mira quién habla” Porque si no... tendríamos a un fisio alterado diciéndole al paciente ¡relájate!
- Segundo, con comprensión y cariño, con empatía, con buenos modos, voz no culpabilizadora, haciéndole consciente de su tensión, de su miedo, de su dificultad y ofreciéndole un espejo, una referencia externa no inquisidora, no culpabilizadora que le permita quizás hacer lo que en mucho tiempo no ha hecho junto a otra persona… relajarse, disfrutar de ser tocada, cuidada, atendida, respetada.
- Con esperanza y visión de futuro. Y digo de futuro porque yo he tenido pacientes que han tardado 4 meses en soltarse en mis manos, cuatro meses de trabajo que parece que no da frutos, cuatro meses de sujetarme, respirar profundo y seguir en la misma línea.
Eso sí, cuando lo consigues, de verdad, con una persona con grandes dificultades, es fabuloso... fabuloso para mí, por sentir que mi trabajo sirve para algo, pero sobre todo fabuloso para la persona, que quizás sea la primera vez desde que era muy pequeñita, que ha podido relajarse del todo y sentir, aunque solo sea por un rato, que existe un mundo sin miedo, que existe otra forma de vivir las relaciones y el contacto físico.
Os animo como fisios, a que la próxima vez que un paciente no deje caer el peso, os miréis para adentro, os tranquilicéis y os dispongáis después a mirar con otros ojos a esa persona, porque si no, se cumplirá lo que Luis de Góngora describía en su poema "Déjame en paz amor tirano"
Amadores desdichados,
Que seguís milicia tal,
Decidme, ¿qué buena guía
Podéis de un ciego sacar?
De un pájaro ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza de un rapaz?
¿Qué galardón de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.