Comentario
Muy buen artículo! a mi me sacó la sonrisa!;)
Una carcajada estimula los circuitos de recompensa del cerebro, haciéndonos sentir un placer inmediato equivalente al consumo de unas 2000 tabletas de chocolate. Éstas fueron las conclusiones que halló un estudio británico, el cual también demostró que reírse de forma espontánea genera la misma estimulación cerebral que recibir 15000 euros en efectivo.
La sonrisa provoca actividades eléctricas en el cerebro que abrazan al sistema vegetativo para que tu tensión arterial disminuya, tu latido cardiaco se reduzca y tus músculos se relajen. Se liberan EN la sangre sustancias como la dopamina o endorfinas que te alivian el dolor, te alejan del miedo y te acercan a disfrutar del presente.
Compartir sonrisas en los momentos adecuados ayuda al paciente a distanciarse de su dolor. Una sonrisa compartida os conecta y una colección de sonrisas en una conversación crea un vínculo emocional de aproximadamente dos horas. Además sonreír está bien visto, nos hace más competentes ante los ojos de los demás, transmite tranquilidad y crea confianza.
El cerebro humano percibe más fácilmente caras alegres que los que expresan ira, enojo o frustración. A ésto se le conoce como “el efecto de la cara feliz”. Aquellas personas que sonríen de una manera verdadera, incluyendo la musculatura de los ojos (sonrisa de Duchenne), resultan más atractivas, transmiten autenticidad y transparencia. Una sonrisa verdadera es el centro de todas las miradas.
Los seres vivos reconocemos y etiquetamos a los demás seres vivos, sobre todo, por sus expresiones faciales. Mucha más información de la otra persona nos dice los gestos de su cara que cualquier otra parte del cuerpo. Nuestros congéneres nos han transmitido de generación en generación la habilidad de sentir el peligro o la conexión con otro ser vivo según su lenguaje no corporal.
Hace millones de años, cuando en la sabana nuestro ancestro australopithecus veía la cara de un león no se le acercaba a preguntar si le suponía una amenaza. Nuestro cerebro tiene la capacidad de intuir si nuestra pareja siente ira, tristeza, miedo o alegría; somos capaces de detectar las emociones internas de otra persona y según nuestro estado emocional en ese momento decidimos conectar con ella o salir corriendo y desentendernos.
“Todos los botiquines de urgencias deben incluir un sentido del humor” Luis Rojas Marcos.
Hace ya unos años se descubrió que la sonrisa es un camino de ida y vuelta. Es causa y consecuencia. Actúa como consecuencia cuando la risa es producto de un pensamiento alegre, una emoción positiva o una experiencia divertida. Sin embargo, una sonrisa, aunque sea fingida acaba por producir emociones positivas. En este caso la sonrisa causa un efecto. La activación de los 12 músculos faciales necesarios para sonreír genera un estímulo eléctrico a través de los nervios sensitivos que llegan a la pituitaria, una glándula encargada de liberar endorfinas en la sangre y hacer sentir al cuerpo que tu cerebro se lo está pasando bastante bien.
Ya lo decía el poeta Gabriel García Marquez: “Nunca dejes de sonreír aunque estés triste, porque nunca sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa”.
“La mitad de la sonrisa es para ti, la otra mitad para el mundo” (proverbio tibetano).
Es muy difícil fruncir el ceño cuando tienes enfrente a una persona que te sonríe. Al ver a alguien sonreír se activa una zona de la corteza pre-motora responsable de activar los músculos de la sonrisa y desactivar el resto de los músculos faciales. Cuando nuestro cerebro reconoce emociones en los demás tiende a imitarlas. La sonrisa viene a ser como un pegamento social y la empatía forma parte del equipaje que traemos al nacer.
Un bebé tarda tres semanas en aprender a sonreír. A medida que crecemos, el bebé se convierte en un niño experto en la práctica de la sonrisa, pues por norma general, durante la niñez sonreímos una vez cada cinco minutos.
Un adulto sonríe cuatro veces menos que un niño. Durante los primeros años de vida sonreímos en torno a 300 veces al día frente a las sólo 80 veces de cuando somos adultos. Además, la risa de un niño suele ser espontánea, mientras que la del adulto, en ocasiones, esconde emociones ocultas como la vergüenza o el nerviosismo.
“La vida es demasiado corta como para tomársela en serio” Oscar Wilde
En algún lugar de nuestro crecimiento debimos de pensar que la vida era demasiado seria como para sonreír cada cinco minutos.
Avanzamos bajo la creencia de que el que sonríe no trabaja, de que si no eres serio no eres productivo, sin embargo, los últimos estudios dictaminan que somos más efectivos si relacionamos nuestra tarea con una emoción positiva. Mientras sonreímos se encienden estructuras cerebrales alojadas en el sistema límbico, un área cerebral relacionada, entre otras cosas, con la memoria. Si conseguimos relacionar algo con una emoción, seremos capaces de recordarlo con más facilidad.
Nunca conseguimos olvidar a ciertas personas o experiencias que han pasado por nuestra vida, ese primer beso, esa pareja que nos dejó, ese amigo que se fue… y los recordamos no por lo que decían, sino por cómo nos hacían sentir cuando nos decían algo.
La mejor manera de enseñar algo a alguien es conseguir que no lo olvide. Y el mejor modo de asegurarlo es provocando un efecto emocional, un aprendizaje que acaricie al corazón y consiga adentrarse en el almacén de los recuerdos emocionales. Conseguimos olvidar a alguien cuando borramos su huella emocional, cuando al recordarlo no nos inspira sentimientos.
Las personas que sonríen más a menudo tienden a tener más y mejores relaciones con los demás, viven más años y su sistema inmunológico es más fuerte. Infinidad de cosas serias pueden esconderse bajo una sonrisa.
Muy buen artículo! a mi me sacó la sonrisa!;)
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