¿Qué es el envejecimiento saludable?
Al hablar sobre envejecimiento, se hace referencia a un proceso degenerativo que ocurre desde el momento en que se nace hasta el fallecimiento, puesto que el paso del tiempo conlleva cierto desgaste en el cuerpo humano. Sin embargo, de manera errónea, dicho término se asocia a un grupo cronológico específico; por tanto, es muy común la creencia de que sólo las personas que alcanzan cierta edad son las que sufren las consecuencias.
En ese sentido, es importante conocer el término “Envejecimiento saludable” que se conoce como la preparación para los últimos años de la vida, con la finalidad de garantizar un estado de bienestar, felicidad, satisfacción e independencia y que para alcanzar estos objetivos se deben tomar en cuenta varios aspectos de la vida, no sólo el biológico o físico. Por tanto, aunque la atención sanitaria sea diferente según las necesidades específicas de cada grupo etario, como lo son: la infancia, adolescencia, adultez y tercera edad, no es correcto asumir que una edad avanzada es sinónimo de enfermedad, puesto que aunque el proceso de envejecimiento es algo natural, no se corresponde con una condición limitante por sí sola. De esta manera, el cuidado y atención que se preste a la salud en los primeros años de vida condicionarán la de los años venideros.
¿Cómo se logra un envejecimiento saludable?
En un primer momento, con una atención basada en la promoción de hábitos saludables que incluyan una vida mental y física activas, una alimentación nutritiva y balanceada, mayor participación social y disminución en el consumo de alcohol y cigarrillo, así como una administración reducida de medicamentos para evitar la farmacodependencia.
Adicionalmente, la atención del adulto mayor se centra en la prevención de enfermedades y el control de factores de riesgo que predispongan a una lesión o deterioro en la calidad de vida de la persona. Por ello es importante considerar distintos aspectos de la vida que abarcan desde lo biológico hasta lo contextual y social, como son:
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Nutrición: Un adecuado aporte nutricional garantiza la obtención de energía para realizar las actividades diarias; mantener los niveles de concentración y correcto funcionamiento del cerebro; también, una buena hidratación disminuye posibles problemas clínicos. Conocer el estado nutricional de la persona adulta y abordarlo es de suma importancia para lograr un envejecimiento satisfactorio. En términos generales, un aporte nutricional adecuado para el adulto mayor debe ser superior a 1.500 calorías por día, es así como por ejemplo, para hombres entre 60 y 85 años el aporte necesario es de 2.000 a 2.400 calorías diarias, en cambio, para la mujer con edad similar es de 1.700 a 2.000 calorías por día.
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Actividad física: Es de conocimiento general que la inactividad trae consigo muchas consecuencias para la salud, principalmente por acelerar el desgaste y la debilidad en el adulto mayor. Esto ocurre por el desuso de los distintos sistemas del cuerpo que no reciben estímulos y por consiguiente no existe la necesidad de dar una respuesta o manifestar una adaptación. En ese sentido, una vida sedentaria favorece el “envejecimiento prematuro”, es decir, envejecer de forma acelerada por los malos hábitos y escasos cuidados a la salud. La actividad y ejercicio físico son las principales medidas preventivas para enfermedades cardíacas, hepáticas, degenerativas y de carácter sistémico. Por su parte, la prescripción del ejercicio en el adulto mayor, depende de varios aspectos pero puede incluir desde: el entrenamiento de fuerza, subir y bajar escaleras, caminatas, clases de aerobic, entrenamiento cardiovascular, potencia muscular, pilates, yoga, equilibrio, sentadillas, entrenamiento con máquinas, etc.
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Tabaco: Representa uno de los principales factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Es aconsejable en personas de edad avanzada fumadoras, eliminar su consumo o en su defecto, disminuirlo a menos de 5 cigarrillos por día, ya que se ha demostrado que la modificación de este mal hábito conlleva buenos resultados para la salud en corto tiempo.
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Consumo de alcohol y medicamentos: En la mayoría de los casos las personas ancianas mantienen una dependencia a los fármacos, que muchas veces es innecesaria; por otro lado, adoptan la costumbre de automedicarse para no asistir a consultas médicas. Aparte de los medicamentos, muchos adultos mayores consumen excesivo alcohol, lo que se suma a las causas de problemas digestivos, renales y hepáticos. En dichos casos, es importante evaluar la efectividad de la medicación y la dosis requerida, además de eliminar el hábito de tomar bebidas alcohólicas. Es importante resaltar que una atención y conciencia sanitaria enfocada en la promoción de la salud, reduce considerablemente la fragilidad en el anciano por lo que se a su vez, se disminuye la necesidad de medicamentos o tratamientos coadyuvantes.
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Tensión arterial: Conforme se envejece la presión arterial sistólica, es decir la máxima, ejercida por el corazón para bombear sangre, se aumenta y la presión diastólica, es decir la mínima, ejercida por el corazón para dilatarse, se disminuye. Este hecho favorece la prevalencia de la hipertensión arterial en adultos mayores de 65 años. Por consiguiente, la detención precoz y la promoción de hábitos saludables toman un papel fundamental. Las recomendaciones no farmacológicas para prevenir esta enfermedad son: control del peso, consumo de sal moderado (5 gramos diarios), no consumir alcohol y realizar ejercicio físico de forma regular.
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Visión y audición: Son afecciones comunes conforme avanza la edad, por eso es de vital importancia detectarlas a tiempo y evitar un problema mayor, como las caídas.
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Función cognitiva: La demencia (deterioro de funciones cerebrales), puede desarrollarse en las personas a medida que pasa el tiempo y ocurren cambios en el funcionamiento del sistema nervioso que afectan la razón, la memoria y la capacidad para comunicarse. Es recomendable realizar evaluaciones sobre este aspecto en los adultos a partir de los 65 años y fomentar la relación social con otras personas, el aprendizaje de algo nuevo todos los días, tener actividades de ocio o diversión y la resolución de problemas sencillos en el hogar tipo: llevar las cuentas, realizar llamadas, escribir listas del mercado, entre otros.
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Examen buco-dental: La pérdida de piezas dentales, disminución de la densidad ósea en mandíbula y presencia de caries y otras enfermedades de la cavidad bucal en el adulto mayor, hacen relevante el cuidado preventivo de la boca y dientes, además de ser parte de la estética facial, por lo que ayuda en el contexto social y emocional.
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Cuidado de los pies: Con frecuencia, los problemas asociados a caídas y dificultad para la marcha son producto de un mal cuidado de los pies que va desde un calzado inadecuado, el corte de las uñas, uso de calcetines, aplicación de cremas y hábitos de higiene. Por tales razones, es un aspecto importante a evaluar y promover.
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Cuidado de la piel: Se debe estar atento a cualquier irregularidad y en caso de ser necesario, referir al especialista indicado. Por otra parte, las recomendaciones van desde el uso de protector solar, uso de cremas hidratantes, buena alimentación, correcta hidratación e higiene personal. Así mismo, tomar en cuenta la historia clínica y antecedentes familiares.
Fisioterapia en geriatría
Dentro de las muchas ramas de acción de la fisioterapia, no se excluye la atención al adulto mayor, es por ello que el abordaje fisioterapéutico de la persona anciana viene acompañado de dos funciones principales que se fundamentan en las necesidades de cada persona: la función preventiva y la función terapéutica.
La función preventiva está encaminada a evitar o disminuir el riesgo de lesiones y/o enfermedades en la persona sana. Las acciones propias de este abordaje fisioterapéutico se centran en la promoción de la salud y educación sanitaria que se clasifican según el nivel de atención:
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Prevención primaria: Consiste en la elaboración de programas de promoción en educación en salud física, mental, cognitiva y emocional para impedir la aparición de deficiencias. Se educa tanto a la persona mayor como a sus familiares, cuidadores y comunidad en general con el propósito de generar conciencia y respeto sobre este grupo de personas y sus necesidades.
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Prevención secundaria: Se lleva a cabo cuando ya existe una condición de base o factor de riesgo, por lo que consiste en realizar un tratamiento precoz y prevenir posibles complicaciones.
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Prevención terciaria: Está dirigida a las personas que ya presentan una limitación funcional y se enfoca en prevenir el desarrollo de discapacidades secundarias. Las acciones van dirigidas a contrarrestar la inmovilidad, el encamamiento y la dependencia, para recuperar la máxima funcionalidad.
La función terapéutica por su parte, se enfoca en recuperar el estado funcional en el adulto mayor que ya se encuentra enfermo, por lo que su acción debe ser lo más pronto posible y en pro de una mejor calidad de vida. Para la implementación de un programa rehabilitador es indispensable la valoración funcional y exploración física de la persona anciana; de esta forma, se evalúa su condición clínica para conocer el proceso patológico en que se encuentra. Existen tres tipos de procesos patológicos que pueden presentarse en la persona de tercera edad:
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Síndromes no invalidantes o enfermedad aguda: Son de corta duración pero de recuperación lenta en la persona anciana, el objetivo principal en estos casos es la de conservar o recuperar al máximo la independencia, ya que el adulto mayor se caracteriza por necesitar muchas atenciones que si no se tratan de forma precoz, avanzarán hacia una hospitalización.
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Síndromes invalidantes o enfermedad crónica: Aquellos que desarrollan una forma propia de presentación en la persona mayor, permanecen por largo tiempo y producen descompensaciones. La consecuente pérdida de las funciones obliga al personal sanitario, a la familia y a la comunidad en general a dedicar y brindar una constante atención, ya que si no se refuerzan las capacidades físicas, cognitivas, sociales y emocionales la persona terminará en estado de dependencia.
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Síndromes involutivos y degenerativos o enfermedad terminal: Son propios del proceso de envejecimiento, de naturaleza irreversible y en su mayoría con una manifestación clínica asintomática. Los cuidados y atención se enfocan en retrasar los efectos y alteraciones en el organismo para prevenir la invalidez y el deterioro. Es importante conocer que del 80% de los casos con patologías crónicas, el 36% desarrolla una pluripatología, es decir, cursan con más de una enfermedad a la vez. Este hecho precisa de una valoración funcional personalizada con un tratamiento multidisciplinario.
En ese sentido, la rehabilitación y fisioterapia aplicada al adulto mayor debe tener las siguientes cualidades:
- Precoz
- Personalizada
- No segregativa
- En pro de la funcionalidad
- En pro de la cooperación y confianza del paciente
- En pro de la independencia
Problemas más comunes de las personas mayores
En todo proceso de rehabilitación y atención fisioterapéutica es importante conocer los principales problemas y/o limitaciones que se presentan, tal es el caso de los problemas más comunes en la ancianidad que cursan cada uno con un cuadro clínico específico y por lo tanto, requieren un abordaje personalizado.
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Las caídas: Son la principal causa de lesiones y traumatismos en el anciano, se asocian con problemas en la visión, audición, debilidad muscular, rigidez articular, demencia, alteraciones del equilibrio, dificultad para la marcha y osteoporosis. Su prevalencia es del 50% y para evitar que se produzcan se deben tomar en consideración el ambiente (hogar, plazas, calles, etc) y las enfermedades de base. Las consecuencias principales de las caídas son la fracturas de cadera, de Colles y el síndrome postcaída (miedo a caer de nuevo) por lo que para disminuir el riesgo de caídas es necesario realizar campañas de educación en salud, promover hábitos saludables y la accesibilidad; en cambio, para reeducar al paciente que ya ha sufrido una caída, es necesario trabajar la autoconfianza, la capacidad funcional e independencia, esto sumado al entrenamiento de fuerza, equilibrio, reeducación de la marcha, fortalecimiento del tren inferior y mejora de la movilidad.
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La inmovilidad: Una persona adulta inmóvil pierde más rápido las funciones y capacidades, por eso es contraindicado el reposo absoluto. Un período de inactividad conlleva a úlceras por presión, disminución de la masa ósea y muscular, rigidez, atrofia, incapacidad y un mayor deterioro que continua con el círculo vicioso. La esperanza de vida para una persona anciana que se inmoviliza es de 6 meses.
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Demencia senil: A pesar de que con el tiempo ocurre un deterioro de las funciones cognoscitivas, en el adulto mayor la pérdida de las capacidades mentales cursa con cambios en la memoria verbal y no verbal, la percepción, comunicación y destrezas motoras. La demencia senil suele aparecer como consecuencia a otras enfermedades como el Alzheimer, infartos o parálisis. En este tipo de pacientes es importante evaluar el uso de medicinas y en la medida de lo posible, disminuirlas o eliminarlas, en cambio, es aconsejable fomentar el apoyo familiar y psiquiátrico.
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El síndrome confusional agudo o delirio: Como parte de la función cognitiva es un síndrome que afecta la relación con el entorno y con las personas desde un ámbito emocional, psicosocial y cognitivo, alterando la percepción del ambiente y causando incapacidad, limitación, depresión y ansiedad. El factor de riesgo más importante es la presencia de enfermedades a nivel cerebral, como demencia, Parkinson o ictus. Al igual que con la demencia es importante evaluar y controlar el uso de fármacos e implementar medidas de adecuación del entorno.
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La osteoporosis: Su incidencia es la principal causa de fracturas, específicamente fracturas de cadera. La pérdida de masa ósea lo convierte en un factor de riesgo importante por la limitación funcional y relación de dependencia que genera. La prevención consiste en el consumo de alimentos ricos en vitaminas y minerales, especialmente calcio y vitamina D; realizar ejercicio de forma regular y educar respecto a la seguridad en el hogar.
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Artritis reumatoide: En el tratamiento rehabilitador se diferencian dos etapas, la primera o fase aguda es cuando el paciente refiere dolor intenso, rigidez articular y una pérdida de fuerza y masa muscular, en este tipo de paciente, el tratamiento se enfoca en la higiene postural, cinesiterapia y reposo controlado para aliviar el dolor. En la fase crónica, el paciente ya tiene instalada una deformidad articular pero puede realizar movimientos aún con cierta limitación y dolor, el abordaje fisioterapéutico se centra en mejorar el movimiento, entrenar el equilibrio y ganar mayor amplitud de rango articular, para ello una excelente opción es la terapia en piscina, adicional a esto, otro aspecto importante del tratamiento es el uso de férulas de reposo para prevenir y/o corregir deformidades.
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Aislamiento social: En la actualidad, es muy común encontrar adultos mayores en estado de aislamiento y soledad, olvidados por su familia. En la mayoría de dichos casos, son personas que se encuentran viudas, divorciadas o sin ningún grupo de amigos, que mantienen una alta vulnerabilidad en el estado de salud físico y mental que los conlleva a la depresión y suicidio.
Actividad física y ejercicio terapéutico en la vejez
Siguiendo la línea de acción del tratamiento rehabilitador personalizado, la creación y aplicación de un programa de ejercicios para la persona de tercera edad, debe ser en base a las características personales, contextuales, físicas y emocionales del paciente, para ello existen tres grupos al momento de iniciar una actividad física o deportiva.
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Primer grupo: Son aquellos pacientes que han realizado o realizan una actividad deportiva y por lo tanto, conocen su cuerpo y sus limitaciones, se adaptan más rápido a cualquier tipo de ejercicio, siempre y cuando se respeten las condiciones clínicas existentes y representan el 15 a 20% de la población anciana. En este grupo es frecuente que no existan os hábitos del cigarrillo y el alcohol por la disposición a una vida saludable.
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Segundo grupo: Aquí se incluyen a las personas que han realizado ejercicio de forma esporádica y que cuentan con una capacidad física regular, son capaces de llevar a cabo rutinas de ejercicio y representan el 70% de los adultos mayores.
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Tercer grupo: Incluye a los adultos mayores sedentarios y con hábitos nocivos para la salud, este grupo está conformado en su mayoría por mujeres y son los que presentan la mayor dificultad para la reeducación tanto física como emocional.
En base a esta clasificación se deben elegir el tipo de actividad física, la intensidad, la frecuencia y los objetivos a alcanzar con cada una de ellas, tomando como primicia la independencia funcional y evitando un tono de competencia. De forma general, para la creación de un programa de ejercicios, es importante considerar que la duración sea entre 15 y 60 minutos, con una frecuencia de 3 a 5 veces por semana (aumento progresivo) que incluya un trabajo de manera incremental, con un comienzo de baja intensidad (tiempo prolongado) y una progresión para el trabajo máximo, lo que significa un menor riesgo, además incluir calentamiento, acondicionamiento muscular, ejercicio aeróbico y enfriamiento. Un aspecto importante es monitorear La FC, la cual oscilará entre el 60-70% de nuestra FC máxima. Para el buen desarrollo de las actividades físicas con el paciente anciano es vital reforzar el aparato cardiorespiratorio y educar para la realización de la respiración diafragmática, con el objetivo de aumentar la oxigenación celular y aporte de sangre a los tejidos.
En pro de lograr un envejecimiento satisfactorio, el ejercicio terapéutico se adapta completamente a las necesidades propias de la ancianidad; sin embargo, se debe estar atento a las señales de alarma como son: dificultad para respirar que no se reponga con tiempos de descanso; aparición de palpitaciones; sensaciones de mareo, vértigo y vista nublada; dolores de cabeza, tórax y musculares muy intensos, ante la presencia de alguno de éstos síntomas es aconsejable suspender la actividad y evaluar al paciente.
Para un programa de rehabilitación física enfocado en el ejercicio terapéutico se debe tomar en cuenta lo siguiente:
- Estiramientos: Muy suaves y que se deje llevar por sus propias sensaciones.
- Ejercicios bilaterales: Simétricos y asimétricos, para integrar ambos hemisferios cerebrales.
- De fuerza muscular: Deben producir contracciones fundamentalmente isotónicas, las isométricas producen un aumento brusco de la TA y de la FC, si se usaran isométricos (ej. en recuperación poscirugía) no se debe superar el 40% de la fuerza máxima, y si el sujeto es cardiópata, el 15 o 20%. Deben solicitarse, en ejercicios generales (mantenimiento), más la musculatura de MMII que la de MMSS, dada la menor musculatura y resistencia de este último.
- Ejercicio aeróbico: Serán el eje central de la sesión, permiten mejorar la resistencia cardiorrespiratoria y musculoesquelética.
- Coordinación, equilibrio y reacciones posturales: el sistema neuromuscular juega el papel principal para poder recibir los estímulos internos y externos, conectar y enviar la información por todo el cuerpo para producir las respuestas motoras.
- Propiocepción y control motor: vital para reeducar la conciencia corporal e integrar el movimiento de las extremidades y tronco.
- Rango articular: trabaja directamente sobre la funcionalidad en los movimientos y su respectiva nutrición para el cartílago articular, combatiendo el desgaste.
Por otra parte, entre las patologías o condiciones médicas que representan una contraindicación para un programa de ejercicios destacan:
- Inflamaciones o infecciones agudas
- Tumores malignos
- Existencia de graves insuficiencias cardiorespiratorias, hepáticas, renales o suprarrenales
- Enfermedades metabólicas no controladas
- Infecciones crónicas
- Cardiopatías congénitas
- Tromboflebitis o embolias pulmonares recientes
- Enfermedad de Wolf-Parkinson-White
- Hipertensión arterial no controlada
- Aneurismas